Cuenta la historia, que un rey quería ir el fin de semana de pesca. Hizo llamar a su pronosticador oficial del tiempo, cuando este se presento, le preguntó cual era el estado del mismo para las próximas horas. El Pronosticador le dijo que podía salir tranquilo a pescar, pues no llovería durante ese fin de semana.
Como la novia del monarca vivía cerca del lugar a donde éste iba a pescar, se vistió con sus mejores galas, y envió a un estafeta para que le anunciara que pronto enviaría una escolta de su guardia personal a recogerla, para que lo acompañara a pasar un fin de semana de pesca y disfrutando de un clima agradable, que había pronosticado su pronosticador de cabecera.
Ya de camino, el rey se encontró en el camino con un campesino quien iba montado en su burro y acompañado de su leal amigo un perro. Cuando el campesino vio al rey, se dirigió a el haciendo la venia y le dijo: -“Señor es mejor que vuelva de regreso a su palacio, pues se por experiencia que va a llover muchísimo estos días.”
Por supuesto el rey se encogió de hombros y pensó: - “Que podrá saber este pobre diablo, si tengo en palacio un especialista experto en meteorología, quien me dio un pronostico acertado del tiempo, así que seguiré mi plan, y voy a pasarla muy bien de pesca con mi amada".
Tal como lo había dicho el campesino, ese fin de semana llovió de forma precipitada. El rey se constipó y la novia se burló de él. Furioso, el rey llego a su lujoso palacio y despidió a su empleado pronosticador de inmediato.
Ese mismo día envió un mensajero para informarle al campesino, que fuera a verle al palacio. Cuando el humilde campesino llego, el rey le ofreció el puesto del especialista. El campesino miro un poco extrañado a su rey y le dijo: - “Señor, yo no entiendo nada de eso, no soy estudiado y no tengo idea como pronosticar el tiempo, pero algo si se. Cuando veo que las orejas de mi borrico están caídas y mi perro tiene el rabo entre las patas, es casi seguro que habrá una tormenta."
Entonces el rey ya sin un asesor experto decidió contratar al burro y al perro. Dicen que de esta forma comenzó la costumbre de contratar animales como asesores del gobierno.
Moraleja: "No siempre confíes en el consejo de los mal llamados expertos; mas bien confía en el buen juicio de los que conocen su oficio basados en su experiencia"
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